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 El orden en el universo

Cuando reflexionamos sobre la naturaleza de nuestro mundo, vemos orden por todas partes, desde el ciclo del agua hasta el movimiento de la Tierra alrededor del Sol.

Al comentar sobre el orden que hallamos en el universo, el físico Stephen Hawking explica que la impresión sobrecogedora “es la de orden, y mientras más descubrimos acerca del universo, más encontramos que está gobernado por leyes racionales”[1]. Esta es una observación compartida por la mayoría de los científicos.

Ya que el universo es ordenado y está gobernado por las “leyes científicas”, debemos cuestionar cómo es que se produjo dicho orden. La forma más efectiva de responder a esta pregunta es razonar para llegar a la mejor conclusión. Tomemos un teléfono móvil, por ejemplo. Tu teléfono está hecho de vidrio, plástico y metal. El vidrio viene de la arena, el plástico del petróleo y el metal se extrae de la tierra. Imagina que vas caminando por el desierto (donde hay grandes cantidades de arena, petróleo y metales en el suelo) y te encuentras un teléfono móvil tirado. ¿Creerás que surgió por sí mismo? ¿Qué el Sol brilló, el viento sopló, el rayo cayó, el petróleo burbujeó y salió a la superficie y se mezcló con la arena y el metal, y al cabo de millones de años, el móvil apareció por casualidad?

Nadie creería semejante explicación. Un teléfono celular claramente es algo que ha sido ensamblado de manera organizada, por lo que resulta racional creer que debe haber un organizador. Del mismo modo, cuando vemos el orden en el universo, ¿no es racional decir que el universo también ha sido organizado de una forma increíble por algún ser?

Esta organización se explica mejor con la existencia de Dios. Dios es Aquel que trajo el orden al universo.

El inicio del universo

Si algo ha existido siempre no necesita un creador. En la primera parte del siglo XX, algunos físicos sostuvieron la opinión de que el universo había existido siempre. Si el universo siempre hubiera existido no habría necesitado un creador.

Sin embargo, de acuerdo a la cosmología, el universo tuvo su inicio hace unos 14.000 millones de años, en un evento cósmico comúnmente conocido como la Gran Explosión[2].

Imagina que escuchas una fuerte explosión y te preguntas: “¿De dónde proviene ese sonido?”. ¿Quedarías satisfecho con la respuesta de que vino de la nada y simplemente pasó? ¡Por supuesto que no! Dirías: “¿Cuál fue la causa de esa fuerte explosión?”. Del mismo modo, racionalmente la Gran Explosión (Big Bang) tuvo que tener una causa. Ahora podemos preguntar, ya que la Gran Explosión tiene una causa, ¿cuál fue la causa de esa causa? Y entonces, podremos preguntar la causa de esta última causa. Y así indefinidamente. Pero esto no puede seguir eternamente y debe terminar en una causa primera debido al siguiente ejemplo:

Imagina a un francotirador que ha encontrado su objetivo y llama a la base para obtener permiso para disparar. La persona en la base le dice al francotirador que espere mientras busca permiso de alguien de rango mayor. Así que el tipo busca permiso de otro de mayor rango y así indefinidamente. Si esto continúa por siempre, ¿alguna vez el francotirador va a dispararle al objetivo?

La respuesta obvia es que él no podrá disparar nunca. La única forma en que el francotirador pueda disparar es si alguien le da permiso sin pedirle permiso a alguien más. Esa persona sería la primera causa del disparo del francotirador. Del mismo modo, la Gran Explosión tuvo que tener una primera causa.

Podemos concluir que esta primera causa debe ser poderosa, ya que trajo todo el universo a la existencia; y debe ser inteligente, ya que dio origen a las “leyes científicas” que gobiernan al universo. Además, esta primera causa debe estar libre del tiempo y del espacio y ser inmaterial, puesto que el tiempo, el espacio y la materia comenzaron con la Gran Explosión. Finalmente, y ya que no tiene causa, debe haber existido siempre.

Todos estos atributos de la primera causa conforman el concepto básico de Dios. Dios es la causa primera increada del universo.

 La naturaleza humana

A lo largo de la historia del mundo, la mayoría de la gente ha creído en Dios. Parece que hay algo inmerso en la mente humana que nos hace querer creer.

En la última década han sido hallados algunos hechos realmente sorprendentes que demuestran que los niños tienen una creencia innata en Dios. El Dr. Justin Barrett, investigador del Centro de Antropología y Mente de la Universidad de Oxford, afirma: “La preponderancia de evidencia científica de los últimos diez años o más, ha mostrado que hay muchas más cosas imbuidas en el desarrollo natural de la mente infantil delo que creíamos, incluyendo una predisposición a ver el mundo natural como algo diseñado y con un propósito, y que algún tipo de ser inteligente está detrás de dicho propósito…”. Él agrega que “si dejamos a un puñado de niños en una isla y ellos crecen por cuenta propia, con seguridad creerán en Dios”[3]. En términos sencillos, su respuesta a por qué alguien creería en Dios es que nuestras mentes están diseñadas para ello. No creer en Dios es algo que no es natural al ser humano. La psicóloga del desarrollo, de la Universidad de Oxford, Dra. Olivera Petrovich, quien es experta en psicología de la religión, afirma que la creencia en Dios se desarrolla de manera natural, y que “el ateísmo es definitivamente una posición adquirida”[4].

Así que, ¿de dónde provine esta creencia natural en un creador? No podemos decir que es algo enseñado por la sociedad, ya que esta creencia es innata, los estudios muestran que es independiente de presiones naturales y es transcultural[5].

La mejor explicación para esta creencia es que Dios la ha infundido en la humanidad. Acabas de leer tres razones independientes por las cuales tiene sentido creer en Dios. Creer en Dios no solo es racional sino que es parte de la naturaleza humana. Hay muchas preguntas que surgen por la existencia de Dios, como por qué hay mal y sufrimiento en el mundo, si la evolución no refuta a Dios, y si tenemos un propósito en la vida. Todos estos temas serán respondidos en futuros artículos.                       

referencias

  1. [1] Antony Flew, Hay un Dios: Cómo la mente atea más notoria cambió su forma de pensar.
  2. [2] Derek Raine, Introducción a la ciencia de la cosmología (astronomía y astrofísica).
  3. [3] Justin L. Barrett, ¿Por qué alguien creería en Dios?
  4. [4] Dra. Olivera Petrovich, La teoría de los niños sobre el mundo.
  5. [5] Justin L. Barrett, Jonathan A. Lanman, La ciencia de las creencias religiosas.

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